Arcanos Mayores

VII - El Carro

Capítulo 6

    Con la carta de El Carro terminamos la primera línea o primer septenario de los Arcanos Mayores, línea que representa la evolución espiritual en el plano de la materia y en el plano de la realización personal, donde el sujeto se lanza a la carrera de la existencia para alcanzar la realización de sus metas personales y temporales. El simbolismo de El Carro, tomado como imagen global representa el anclaje del espíritu en la materia, considerada como vehículo de realización personal; pero al mismo tiempo, ese anclaje encadena al espíritu a las condiciones limitantes de la materia. El Carro simboliza, en síntesis, la dualidad y la ambivalencia del ser humano entendido como espíritu encarnado o como manifestación del espíritu en el plano de la materia: es al mismo tiempo límite y posibilidad. Con El Carro terminamos el primero (1) de tres (3) septenarios (7), pero la evolución espiritual debe descender al plano de la mente para no quedar estancada en el plano de la materia (1+3+7=11). Esta es la gran enseñanza y el primer aprendizaje (11) del primero (1) de los tres (3) septenarios (7) del Tarot.

    Se trata de una carta que podríamos definir como ambigua, ambivalente y paradójica, más allá que en todas las cartas del Tarot vamos a encontrar algo de ese orden. Si abordamos esta cuestión desde la fenomenología de la percepción, lo que esta carta nos produce inmediatamente es una fuerte sensación de movimiento, es alguien que llega o se va, pero la imagen en su totalidad, en su condición de Gestalt, nos da una fuerte impresión de movimiento y de avance, idea que retomaremos cuando puntualicemos su significado adivinatorio. Ahora bien, si analizamos la imagen en algunos de sus detalles, la impresión de movimiento súbitamente se pierde y empezamos a percibir formas de carácter más estático, contrarias a la idea de movimiento. 

Lo primero que podríamos destacar es la base del carro que se encuentra literalmente enterrada en los montículos de tierra que forman el piso. Lo segundo que tenemos que advertir es que las ruedas del carro no son iguales, no se encuentran ubicadas de modo tal que den movilidad al carro y parecieran estar apoyadas detrás del carro antes que fijadas a él por un eje. Por otra parte, el personaje de la carta (el auriga) parece estar más bien arriba de un palco que conduciendo un carro. Si llevamos a un extremo ese análisis perceptual observamos que tanto el auriga como los caballos y las ruedas parecen soldados a la estructura inferior del carro, más que dispuestos de una manera dinámica que sea afín a la idea de movimiento. Por último, el suelo en el que se encuentra El Carro no parece ser un camino ni una zona transitable, dada la grosera irregularidad de la superficie.  

    Es interesante comparar la imagen original del Marsella con la modificación introducida en el Rider Withe por Pamela Coleman donde todos estos detalles y sus correspondientes efectos perceptivos han sido completamente modificados. 

    Es imposible negar la intencionalidad con la que el dibujante del Tarot original del Marsella quiso remarcar los detalles de esta carta y, de nuestra parte, podríamos decir que es la única carta del Tarot que, en el análisis, nos hace perder la percepción de movimiento.[1] En síntesis, la percepción global de movimiento se corresponde con una visión superficial de la carta, mientras que la percepción analítica de estancamiento y rigidez nos conduce a una visión más profunda de la misma. ¿Qué significará todo esto, siendo que podríamos considerarla como la carta más móvil de todo el Tarot?  

    Después de la indecisión de El Enamorado, después del debate interior respecto de cuál es el mejor camino a seguir, después de enfrentar la prueba de la tentación edípica, después de poner en juego el desafío de la fidelidad al propio deseo, El Carro marca la idea general de emprender el camino de la autorrealización. Pero, ¿qué significa autorrealizarse? De hecho, podríamos definir al Tarot como una vía, un camino de realización personal, siempre y cuando entendamos que se trata de una realización (o evolución) espiritual. Esa estructura evolutiva que constituyen los 22 Arcanos Mayores del Tarot se suele dividir en 3 septenarios, es decir, 3 líneas de 7 cartas y, en este caso particular, el Carro es la última carta del 1º septenario. Esta primera línea puede ser entendida como el desarrollo o la evolución del ser humano en la dimensión mundana, material y exotérica, ligada a los logros y las conquistas más comunes de la existencia humana, como pueden ser: lograr la madurez emocional y la independencia económica, ascender en el trabajo, lograr prosperidad en los negocios, formar una familia, tener la propia vivienda, etc., y encontrar la muerte en el proceso. Cualquiera de estas conquistas pueden estar representadas por El carro percibido en movimiento. Ahora bien, los detalles de esta carta nos advierten que a medida que se van realizando conquistas a este nivel, el espíritu se va anclando cada vez más al plano de la materia. A partir de esta idea podemos entender el sentido ambiguo, ambivalente y paradójico de la imaginería de esta carta. Su sentido exotérico es el éxito y la victoria en el plano de la materia y de la existencia mundana, pero su sentido esotérico nos advierte de las consecuencias espirituales y, en esa misma advertencia, nos prepara para el desarrollo del segundo septenario. 

    La carta puede dividirse muy fácilmente, dados los trazos lineales que la configuran, en una parte superior (espiritual o plano del espíritu) y en una parte inferior (material o plano de la materia). En la parte superior observamos un dosel o palio formado por un doble toldo y sostenido por cuatro barrales. En la carta de La Papisa (Arcano II), encontrábamos el velo que la conectaba con el inconsciente y su mitra trascendía cualquier estructura, a diferencia de El Papa (Arcano V) cuya mitra se encontraba ligada a una rígida estructura de carácter dogmático. De manera, tal vez, más cercana a El Papa, la corona del auriga de El Carro se encuentra a resguardo de una estructura que la enmarca. Librarse de los condicionamientos sociales, representados por El Emperador, y de las tradiciones, representadas por El Papa, no significa que el desarrollo de una estructura propia de pensamiento no funcione como un límite restrictivo. Pero, sobre todo, el dosel del auriga representa el ejercicio del pensamiento y la voluntad enfocados en cuestiones mundanas y materiales, quedando impedidos de una visión trascendente de la realidad. Por otra parte, el toldo de El Carro está formado por dos paños, una suerte de reforzamiento defensivo pero también una constricción del paño azul (espíritu) por parte del paño naranja (intelecto). El paño azul a su vez se encuentra adornado con 12 estrellas, una doble referencia: al arcano XVII (La Estrella), símbolo de la esperanza, y al Arcano XII (El Colgado), símbolo del sufrimiento. Ya hemos interpretado el dosel como los límites y las restricciones de la propia estructura mental, ahora podemos agregar la idea de que esa misma estructura determina el horizonte de las propias esperanzas y las condiciones del propio sufrimiento. Los nudos y enlaces rojos que sujetan ambos paños los podríamos interpretar como el apasionamiento con que nos aferramos a nuestras convicciones mentales. 

    Estas ideas se refuerzan si analizamos la carta en términos geométricos: el cuadrado que forma la base del carro y los cuatro barrales del toldo, forman una estructura en la que se encuentra anclado y contenido el triángulo formado por la figura del auriga. El cuadrado es símbolo de la rigidez de la materia y el triángulo lo es del dinamismo del espíritu, pero del espíritu manifestado en la materia. De hecho, podemos considerar el "carro" como una metáfora del cuerpo en tanto "vehículo" del alma representada por el auriga. Pero entendamos "vehículo" no necesariamente en un sentido dualista sino más bien en un sentido instrumental, es decir, la corporeidad como manifestación encarnada del espíritu, que es lo que define esotéricamente la condición humana. Hemos asociado el auriga a la noción de alma, pero más específicamente tenemos que entenderlo como símbolo del Ego (si queremos pensarlo en términos junguianos) o del Yo como estructura narcisista (si queremos pensarlo en términos freudianos). En ambas concepciones el sujeto comprende la realidad a partir de una proyección imaginaria, cuya única función es la de constituirse en una estructura defensiva, en un reaseguro de la propia imagen y del propio valor. Cualquier contradicción a esa estructura narcisista será vivenciada como un ataque intencionalmente dirigido en contra del sujeto, rasgo paranoico del pensamiento humano.

    La corona celeste y roja del auriga lo identifican como un príncipe y representa el autodominio y el control mental, el gobierno de la propia existencia. El auriga es el gobernante de su propio destino, el único responsable de pasar del éxito del viaje exterior (exotérico) al éxito del viaje interior (esotérico), terminar o continuar un viaje iniciando el otro. El rostro y la mirada dirigidos a la izquierda simbolizan la reflexión que precede a la acción. Los cabellos amarillos desplegados y en movimiento representan la acción dirigida por la inteligencia. Las máscaras de los hombros representan la carga de los roles sociales, la disociación del yo en los requerimientos y las expectativas de los demás: una hacia la izquierda (los roles adquiridos en el pasado) y otra hacia la derecha (los roles a desempeñar en el futuro). 

En el hombro de la derecha puede visualizarse la figura de un pene en erección, símbolo fálico que representa el propio valor, la virilidad, la potencia sexual y la fecundidad masculina. La sobrecargada vestimenta del auriga, al modo de una armadura, representa su sistema defensivo como resultado de la lucha para conquistar la identidad, el rol y el reconocimiento social. Los 16 botones de la armadura del auriga nos remiten al Arcano XVI (La Torre) señalando el proceso de crisis y liberación al que la estructura defensiva del Ego se encuentra irremediablemente destinada.[2] La actitud defensiva, la estabilidad y el aferramiento al cetro del poder que veíamos en El Emperador vuelto hacia la izquierda como tendencia conservadora del pensamiento y como voluntad de dominio, ahora se nos presentan en El Carro de frente, como coraza caracterológica de la Personalidad, adquirida por las decisiones tomadas en la lucha por la subsistencia y la realización personal. Las ruedas del carro remiten a La Rueda de la Fortuna en un doble sentido: la repetición de ciclos y la posibilidad de finalizar un ciclo para dar comienzo a uno nuevo. Las ruedas no son iguales y están posicionadas de manera tal que no hacen avanzar el carro o solo apoyadas sobre el cuadrado asentado en tierra (la materia). El auriga (el espíritu) aparece soldado al carro (cuerpo) y éste a la tierra (materia). Los dos caballos también aparecen soldados a la base inferior del cuadrado del carro, uno dirigido hacia la izquierda y el otro hacia la derecha, pero ambos mirando hacia la izquierda: representan la dualidad de las tendencias humanas sublimadas por la intervención de la inteligencia. 

    El número 7 (3+4) representa la unión del espíritu (3) con la materia (4) y es por ello considerado un número sagrado y mágico. Representa la presencia de lo divino en lo humano y ello se expresa en las innumerables recurrencias del número 7 en la realidad mundana: los 7 días de la semana, los 7 chacras del cuerpo, las 7 notas musicales, los 7 colores del arco iris, las 7 leyes fundamentales del universo, etc. Hay una dualidad inherente al número 7 ya que puede representar aspectos positivos como negativos de la realidad: 7 son las virtudes y 7 son los vicios o pecados capitales, el sueño bíblico de Jacob se expresa en 7 vacas gordas (7 años de abundancia) y 7 vacas flacas (7 años de carencia), etc. Es un número que significa un completamiento, una perfección y, por lo tanto, la finalización de un ciclo que da origen a uno nuevo, representando la totalidad del universo en movimiento. 

    La letra hebrea ז (Zain), asociada a esta carta, significa "arma" o "espada" y representa la acción de penetrar y cortar, también en el lenguaje vulgar moderno se la utiliza para referirse al genital masculino. Significa la acción de penetrar la tierra para depositar la semilla que dará fruto y, también, la acción de la cosecha. Al ser la séptima letra del alfabeto hebreo se encuentra relacionada al Sabbat, al día de descanso que es separado (cortado) del resto de los días para consagrarlo a Dios. El sentido del Sabbat es la reflexión y la meditación respecto de cómo se ha vivido la semana a fin de relanzar la semana siguiente a partir de esa revisión y balance. La expresión "acuérdate del sábado" liga a esta letra al ejercicio de la memoria, tanto para hacer referencia al acto de acordarse de ese día y no pasarlo por alto, como a la memoria en el sentido histórico de sostener el presente y el futuro a partir de la memoria del pasado. En este sentido, la memoria histórica garantiza la identidad y ofrece un legado -así como también un proyecto- de cara al futuro. De hecho, en su sentido más primario de "dejar simiente", la letra ז (Zain) hace referencia a esa permanencia del ser a partir de la continuidad histórica de una herencia. Su composición estructural consiste en una ו (vav) cuya cabeza se extiende en ambas direcciones, derecha e izquierda, que pueden relacionarse con el pasado y el futuro. Otra forma de interpretar su estructura es a partir de la composición de la ו (vav) y la י (yod), significando la unión con Dios por medio de la meditación y la fecundación del espíritu por la inspiración divina. También se asocia a ז (Zain) con la lengua y la palabra entendida metafóricamente como un arma de doble filo.

    Astrológicamente el Carro se asocia al signo de Cáncer que, como signo cardinal, significa el principio de la acción, el ejercicio del poder y de la voluntad. Se caracteriza por la actividad, el movimiento, la energía y la exuberancia; también representa las ansias de liderazgo y la capacidad para su ejercicio. Una característica negativa del signo de Cáncer es la inestabilidad emocional, la tendencia a controlar a los demás y la irritabilidad. El control de la acción vista desde el punto de vista del signo de Cáncer se logra a condición de que alcance un equilibrio entre las emociones y la razón, entre los objetivos de la conciencia y los impulsos inconscientes, entre los anhelos conscientes y los deseos inconscientes. La pérdida de control en relación a este equilibrio puede conducir a acciones desmedidas o precipitadas. Leveratto y Lodi refieren la carta del Carro a las cualidades de Marte en Cáncer especificando su aspecto cardinal: 

    "El presupuesto que predomina es que la acción es lo que yo deseo, y este deseo es autónomo, individual, no necesita de otros y está libre de impuestos del pasado. No obstante, en este anhelo vital del yo, en este propósito al que se brinda y con el que se enciende hacia el futuro, están presentes los condicionamientos del origen. No se trata de que tales condicionamientos obstaculicen mi deseo, sino que resultan ser verdaderos motivadores. Representan aquella carga psíquica-emocional del pasado que, más allá de mi voluntad, diseñan aquello que anhelo en el presente y producen que, inconscientemente, «desee lo que creo estar eligiendo desear». La fuente de mis propósitos personales anida en esas cargas psíquicas inconscientes, y hasta tanto la conciencia no logre reconocerlas e incluirlas en su registro, no logran entonces resignificarse. Mientras tanto, el ego se convoca al esfuerzo por el dominio de la acción, llevando adelante la batalla por lo que desea. En definitiva, aun el yo necesita experimentarse a sí mismo como una entidad separada, confundiendo individualidad con «aislamiento». Sin ser consciente de ello, reduce su vitalidad a los límites de su deseo personal, tensiona su expresión replegándola en el anhelo de que «mi ilusión sea real». El Carro nos muestra cómo, desde esa sensación, el yo vive el conflicto por el control de la acción. Aún no ha confrontado lo suficiente con la realidad, de modo que no hay confianza en la propia fuerza, sino ilusión y miedo: la ilusión de un deseo autónomo y el miedo a ser controlado por anhelos ajenos."[3]

      Lo que se pone en juego aquí es la diferencia entre el Ego y el Sí Mismo (en el registro junguiano), entre el Yo y el Sujeto de Deseo (en el registro lacaniano); en esa diferencia, lo que interfiere la evolución espiritual del sujeto es la proyección defensiva de la propia sombra y el extravío del sujeto en una imagen idealizada de sí mismo. También es importante señalar aquí que mientras la fidelidad al propio deseo ya estaba representada en la carta de El Enamorado (asociado a la intervención de la trascendencia), en la carta de El Carro se representa la dinámica del deseo humano en su vivencia imaginaria o ilusoria (reducido a la sola inmanencia y al mérito de la propia voluntad). En síntesis, lo que prima en la acción mundana y su éxito es la búsqueda de la propia conveniencia, la negación de la propia sombra, la idealización de la imagen de sí, la confrontación de los logros con los ideales y la atribución de esos logros -o fracasos- a los propios méritos. La idea central es la ilusión de la inmanencia y de la autonomía, junto a la negación -o indiferencia- por la dimensión trascendente de la acción humana.

Para articular el significado adivinatorio de la carta de El Carro vamos a tener en cuenta dos aspectos gestálticos que consideraremos complementarios: en primera instancia, la percepción más inmediata de la imagen nos muestra un príncipe que avanza en un carro, dándonos una fuerte impresión de movimiento, representando al consultante revestido de habilidad, confianza, autodominio y responsabilidad, avanzando hacia el éxito a partir del control consiente de sus acciones, voluntariamente dirigidas a un objetivo específico. Si se consulta por una situación que presenta obstáculos o dificultades, el consultante va a vencerlos y lograr lo que se propone, anunciando también la finalización o la culminación de una acción ya iniciada. Por otra parte, una percepción secundaria nos muestra una persona con autoridad que parece más bien estar en un palco dando un discurso, en este sentido es un arcano que anuncia la llegada de buenas noticias para el consultante, todo dependerá de si el consultante aprovecha o no esa oportunidad que se le presenta. También representa a una persona carismática con un gran magnetismo, muy hábil para lograr aprobación y conquistar al público, como un artista o un político. En general, es una carta que invita a emprender una acción confiando en las propias capacidades y se la puede considerar como una de las más positivas y benéficas del Tarot, incluso cuando aparece invertida ya que posee en sí misma la posibilidad de vencer las dificultades. Si atendemos a su literalidad representa vehículos, viajes, traslados e incluso mudanzas.

    En Sentido Negativo tenemos que tener en cuenta que se trata de una carta que en tanto que indica velocidad y precipitación de los acontecimientos, puede estar señalando cierta impaciencia en el logro de los resultados y un intento de precipitar o forzar las situaciones. También señala la ambición de "tener" por encima del "ser" (ambición desmedida) y la incapacidad para disfrutar de lo que se tiene o de los propios logros. En su sentido negativo tendríamos que considerar los aspectos relacionados con la rigidez autodefensiva del propio Ego, el aferrarse a los logros materiales, la pérdida del sentido de la trascendencia y el estancamiento de la evolución espiritual. La voluntad y el autodominio representados por el Carro significan sólo el control de la dualidad no la síntesis de los opuestos, los sentimientos son controlados pero no necesariamente reconocidos o aceptados, por lo que puede indicar un excesivo control de las emociones en el sentido de la represión y racionalización obsesiva.

    La Carta Invertida nos indica pérdida del control de la situación, acción irresponsable y retraso en la consecución de los logros por la presencia de dificultades. Las dificultades pueden ser externas al sujeto, en ese caso se tendrá que evaluar la posibilidad de vencerlas, la búsqueda de acciones alternativas, la postergación de la acción hacia un tiempo más favorable o el reconocimiento y la aceptación de la imposibilidad de dominar la situación. Si las dificultades son internas al sujeto habrá que pensar en la dispersión de los esfuerzos y de las acciones por una falta de claridad mental respecto de los objetivos y las metas que se quieren alcanzar o en una falta de autoconfianza en las propias posibilidades y capacidades. Las contradicciones internas del sujeto interfieren en el éxito de sus acciones, sobre todo la dificultad del sujeto para conciliar los aspectos conscientes con los inconscientes, los aspectos racionales con los emocionales, en cualquier caso, se trata de conflictos internos. La causa de estos conflictos pueden considerarse en relación al cumplimiento de expectativas sociales o mandatos familiares, es decir, al relegamiento del propio deseo. Una situación un poco más grave podría ser la actitud de autoboicot del propio sujeto respecto de sus logros personales. En general, la carta invertida indicaría retrasos y que las buenas noticias que el sujeto espera no llegarán; si junto a La Torre invertida aparece el Arcano XIII (Sin Nombre) o alguna otra carta negativa, se tratará de malas noticias.

   Para poder identificar la tarea de orientación del tarotista respecto del significado general de esta carta tendríamos que tener en cuenta algunas ideas fuerza que la configuran. En primer lugar, la idea de que los logros materiales y el éxito personal son sólo los medios para sostenernos en esta existencia y no los fines de la evolución espiritual, es decir, conducir al consultante a una visión trascendente de su existencia. En segundo lugar, la diferencia entre el desarrollo del Ego y el descubrimiento del Sí Mismo, es decir, trabajar sobre los aspectos ilusorios y defensivos de la personalidad del consultante a fin de que pueda conectarse con su verdadera esencia. En tercer lugar, la relación de la identidad del sujeto con su propia historia, es decir, trabajar sobre los condicionamientos del pasado que interfieren en el presente del sujeto a fin de facilitar su proyección futura. En síntesis, se trata de una carta que invita a realizar el pasaje de la realización material y mundana a la evolución espiritual y trascendente. En la segunda línea de los Arcanos Mayores (2º septenario) se desarrollarán las claves del trabajo interior (psíquico) que es necesario realizar como prerrequisito para lograr esa trascendencia espiritual.-

Notas y Referencias Bibliográficas

[1] Ya hemos defendido anteriormente la hipótesis de un simbolismo analítico del Tarot y la constitución de esta carta parece confirmarlo o al menos demuestra la utilidad heurística de dicha hipótesis.

[2] En otras ilustraciones del Tarot los botones de la armadura del auriga son 19, remitiendo de esa manera al Arcano XVIIII (El Sol), en ese caso, simbolizarían el éxito a partir de la manifestación del Ego.

[3] Leveratto, B. y Lodi, A. (2016) Tarot y astrología. Buenos Aires: Kier, pp. 139-140. 

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